Haz de Nomeolvides

Haz de Nomeolvides
Haz de cuentos infantiles dedicados a mis nietas y nieto, dibujos de Jana, Maia, Mara y Milo. Además poemas y cuentos infantiles de otros autores

viernes, 23 de agosto de 2013

PEPITA Y SUS AMIGUITOS... -cuentos infantiles-

ALGUNOS COMENTARIOS

¡Hola Juana!
Quería comentarte algunos de los cuentos infantiles que me mandaste.
El primero, Pepita y sus Amiguitos: bien logrado el recurso de personalización de los peluches, muy bien hilvanados los diálogos.
En Los Reyes Magos, se combinan la magia de la fantasía de los niños y el ingenio de los adultos para que no pierdan su inocencia.   El cuento del Pony tiene su moraleja, la lección que el anciano le da a la niñita soberbia.
Y, sobre Bochita… La Mulita ¡Me encantó la historia Juana! Y como moraleja: “no criar como mascotas a animalitos silvestres que necesitan vivir en su hábitat.”
Elba Barla -Profesora en Letras y escritora-


Juana: Muy tierno tu relato Bochita… La Mulita. Realmente me encantó. Se lo narraré a mi nieta. Te felicito. Julia Guardia Ríos (Bibliotecaria)

Me encantó el cuento Bochita... La Mulita. ¡Qué ternura! Hermosamente narrado Juana, uno quiere saber qué pasó con Bochita lo que hace que la lectura sea apasionante. Una historia infantil como pocas…  Además deja una enseñanza muy valiosa, respetar  el hábitat de los animales. Devolverlos a sus crías. ¡Hermosa lección!


Cristina Barla – Escritora -

Estoy encantada!!!! Maravillada desde la tapa hasta el final, en principio la idea me pareció genial, "un canal de comunicación entre generaciones", y compartir los dibujos de tus nietos en el libro emociona. Observé los dibujos y sigo maravillada, como cada uno se hace presente en sus dibujos que los representa mostrando las diferencias de personalidades. Maia con sus dibujos detallistas, delicados, con orden y transparencia, son frescos, y  desde tan chiquita ya incorpora la línea de base en sus dibujos al igual que Mara, y manejan las perspectivas, y comparando al paso de los años el avance en cada dibujo es interesante; en Jana la creatividad y complejidad en sus dibujos es notable. Y bueno el garabato de Milo... toda una obra de arte, tan chiquito, pero es así lo llevan en sus genes sin duda pero notablemente tienen un incentivo, una estimulacion para sus producciones. 
María Victoria Pérez de San Román - Licenciada en Psicología -

PEPITA Y SUS AMIGUITOS
Cuentos infantiles
Juana Cascardo

Por Jerónimo Castillo

La escritura, que siempre ha sido para comunicarnos con nuestros semejantes, es precisamente semejante a nosotros mismos, que a su vez lo somos con aquellos a quienes dirigimos el mensaje.
Por ese motivo hay una  inveterada costumbre que ha viajado con nosotros desde que nos lanzamos a la aventura de escribir, que es dirigir las formas expresivas para que realmente los receptores puedan interiorizarse de nuestras palabras, que es lo mismo que interiorizarse de cada uno de los sentimientos que habitan en nosotros.
Si bien ello constituye el norte al que apuntan nuestros esfuerzos, a medida que hemos ido aprendiendo el idioma en el estilo que adoptamos o se nos fue dando, comenzamos a palpar que escribíamos para este o aquel otro público lector.
Sin embargo una materia siempre queda pendiente. Quizás porque otros no la superaron con respecto a las necesidades que habitaron en nosotros desde tempranas edades.
Niños aún, con el recién aprendido vocabulario que permitió sumergirnos en el mundo de los duendes y los gnomos, comenzó la etapa del “Había una vez…” con que cada uno de los cuentos, primero de la abuela y luego de los libros de cuentos, nos hicieron vivir el fantástico mundo de los sueños.
A medida que fuimos caminando esas fantasías, la predilección por los autores determinó aceptar este tipo de literatura, hoy llamada literatura infantil, pero que para nosotros era la única que valía y por ello nos erigimos en sus adeptos sin más consideraciones.
Lo que en ese momento no sabíamos, era que la simpleza con la que los cuentos nos llevaban al fantástico reino de los personajes, constituye una de las formas más difíciles de la escritura.
Es muy difícil escribir fácil, hemos oído en reiteradas oportunidades. Hoy nos damos cuenta de ello y quizás constituya la barrera que no todos pueden sortear para comenzar a escribir para los niños.
Juana Cascardo ha vencido esa barrera. Y tan es así, que su libro de cuentos infantiles “Pepita y sus amiguitos” es el mejor testimonio que da muestras de ello.
¿Estará pagando con sus cuentos infantiles esa deuda que dejamos sin saldar? Yo creo que sí, y de tal forma, que con sus cuentos hemos revivido las pequeñas grandes cosas que formaban la cotidiana ensoñación, con sus anhelos, sus decepciones, la esperanza de que el rayo de luz quitara el entrecejo de los mayores cuando no podían cumplir con el inocente pedido.
¿Quién no ha leído el relato de la noche de Reyes Magos? Pues parece que hay otras formas de contarlo, y Juana las ha encontrado. La autora se ha convertido en el hada madrina que complace el deseo de los pequeños, tan actual como el que han tenido todos los niños del mundo desde que en sus corazones tuvieron consciencia de que el milagro podría producirse.
La pregunta que Juana Cascardo se hace respecto sobre si será del agrado de los niños su literatura, cuando ya tiene destinatarios en su propia familia de los cuentos que quizás no pudo escribir para sus hijos cuando eran pequeños, y ahora en sus nietos encuentra la respuesta, cuando ellos mismos acompañan con sus ilustraciones lo que la abuela les cuenta.
Los niños –sabemos- son jueces implacables, y con el sólo gesto o con “me gusta” o “no me gusta”, ponen en aprietos al más pintado. Juana Cascardo no sólo ha vencido la barrera del atreverse a escribir para niños, sino que lo ha hecho impecablemente y ese niño que todos llevamos de por vida dentro, está diciendo que eran los cuentos que nos faltaron leer cuando la lectura conformaba uno de los placeres a que accedíamos.
Felicitaciones a la autora y bienvenida la obra para deleite de los niños del mundo.


                                                                       

"BOCHITA", LA MULITA

“BOCHITA”, LA MULITA. El papá, desde el jardín, gritó a sus hijos: -¡Vengan, chicos! ¡Vean lo que traje!... Los niños, al escuchar la voz de su padre, dejaron lo que estaban haciendo y salieron al jardín. Asombrados, se encontraron con que su papá les mostraba una “mulita” que estaba dentro de una jaula. Al principio, temerosos, no se acercaban. Mas, alentados por el padre, comenzaron a aproximarse. Ya más confianzudos, y luego de ver que su papá pasaba la mano por sobre el lomo de la mulita y esta no le hacía daño, pusieron sus manos sobre el animalito. Apenas la tocaban con sus deditos primero, y como no se movía, pusieron ambos sus manos con fuerza sobre la mulita y esta comenzó a encerrarse dentro de su caparazón. Hundió su pequeña cabeza, luego las patitas y finalmente la cola hasta transformarse en una bola perfecta. Parecía una gran bocha. -Bueno, niños -Dijo su padre- ¿Les gusta el animalito? ¿Quieren ponerle un nombre? -Los dos a coro dijeron: -¡Si! ¡Si! La tendremos en la casa para que no se escape y le pondremos un nombre. -¿Qué nombre? -Preguntó el hombre. Los niños se alejaron y se dijeron nombres en sus oídos hasta que, de común acuerdo, gritaron: - ¡Bochita! Nos gusta Bochita. -Está bien. Si ese nombre les gusta, le diremos: Bochita. Ahora, díganme: -¿Quieren levantarla y tenerla en sus brazos? ¡Hum!... Ya no era tan fácil convencerlos para que levantaran a la mulita. Entonces el papá, con sumo cuidado, alzó a Bochita, y la acercó a los niños para que le acariciaran el lomo. Luego, la volteó y quedaron más asombrados aún de ver que parecía una pelota, una perfecta bocha (tal como los chicos la habían llamado). La mulita estaba guardada dentro de su caparazón y no se podían distinguir las partes. Era una sola esfera que si la arrojaban, podía rodar… Y…, en cuanto la colocaron en el césped, comenzó una veloz carrera. ¡Qué rápidas que son las mulitas!... En un instante había dado la vuelta a todo el jardín… Nunca los niños habían visto un animalito que tuviera la habilidad de esconderse y luego, de salir corriendo con tanta rapidez. Era difícil de alcanzar y en cuanto se sentía rozada, se refugiaba dentro de su caparazón. ¡Qué lindo regalo les había traído su papá desde la sierra! Mas…, los niños preguntan y preguntan… ¿Quién la encontró? ¿Adónde viven las mulitas? ¿Tienen hijitos? Asique, el papá se encontró de pronto ante preguntas que no podía responder. La única era que la habían encontrado unos turistas que recorrían las sierras, y se la dejaron (él cumplía tareas de Guía) porque no podían llevársela al hotel donde se hospedaban. Sin embargo, no sabía ni qué comen, ni dónde viven, ni menos aún, si esa mulita era hembra o macho. Si había procreado. Si se trataba de un individuo adulto, o no. Les contestó con evasivas, tratando de ganar tiempo. Cuestión que para contestar con conocimiento, debió ingresar en el buscador de Internet y encontró que el animalito no es doméstico. Es silvestre y como tal, busca siempre su libertad, regresar a su hábitat lo antes posible… Mientras él hallaba información para brindársela a sus hijos… -“La mulita o armadillo o Tatú-eté, se alimenta de hierbas, de insectos o bichitos. Su carne es muy apreciada de ahí que este animalito sea muy buscado. Vive con sus crías en cuevas que cava en la tierra. En muchos hogares la crían como mascota; aunque no es tan sencillo ya que cavan túneles y escapan muy fácilmente. Son muy escurridizas…” La mulita, logró salirse del encierro y ganar terreno… Los chicos, a su vez fueron a darle la noticia a su madre e inventaron su propia historia: Bochita era una mulita mamá. Vivía en una casita en la montaña a la que llegaba escarbando con sus patitas y trepando. Sus hijitos la estaban esperando porque había salido a buscar comida cuando unos turistas la atraparon. Por eso, le pedían a su mamá que hablara con el papá y le dijera que Bochita quería volver a su casita. No querían que dejara solos a sus hijitos. Cuando el padre tuvo la información y quiso transmitírsela a los chicos; estos ya habían decidido que no querían que Bochita se quedara a dormir en la casa. Ellos pedían que la llevara con sus hijitos que habían quedado en la montaña oscura y debían de tener mucho miedo que algún zorro, o puma, se los comiera. ¡Pobrecitos los hijitos de Bochita! Estarían esperando que volviera su mamá con alimento; no querían que le pasara lo mismo que a Bambi. Tanto pidieron a su padre que llevara al animalito a su casita, que el papá fue en busca de la jaula en la cual había dejado encerrada a la mulita. Pero…, grande fue su asombro cuando encontró la puerta de la jaula abierta y de la mulita sólo quedaba el rastro… Ella solita se había ingeniado para salir y encontrar el camino para regresar junto a sus hijitos. Los niños se sintieron tristes porque no la tendrían en su jardín. Mas luego de un tiempo comenzaron a cantar alegremente: Bochita abrió la jaula Corrió a su cuevita Arriba en la montaña. ¡Qué feliz estarán los hijitos Junto a su mamita! Y así termina esta historia. Espero que les haya gustado. Pero…, si a ustedes les parece, pueden imaginar que los niños siguieron yendo a visitar a Bochita toda vez que subieron a las sierras. JUANA C. CASCARDO Diciembre de 2012 Algunos comentarios recibidos: Me encantó la historia, Juana! y tiene su moraleja, no criar como mascotas a animalitos silvestres que necesitan vivir en su hábitat. Gracias! Elba Barla (Profesora en Letras y cuentista) Juana muy tierno tu relato...realmente me encantó. Se lo narraré a mi nieta. Es muy tierno. Te felicito. Genia!!! Besos Julia Guardia Ríos (Bibliotecaria) Me encantó el cuento de "Bochita" la mulita... ¡Que ternura! hermosamente narrado Juana, uno quiere saber, que paso con Bochita,lo que hace que la lectura sea apasionante.. Una historia infantil como pocas... A mi me gustaría que los chicos cada vez que iban al lugar donde estaba Bochita, tuvieran la oportunidad de verla...como para saber que siguió su camino y no se perdió. que está con sus hijitos. Además, deja una enseñanza muy valiosa...respetar el habitat de los animales y devolverlos a sus crías..¡Hermosa lección! ¡¡¡Te felicito de corazón Juana!!! Me gustó mucho… sencillamente hermoso... La verdad Juana que el cuentito, me pareció una historia conmovedora y a la vez muy tierna. Estoy segura que a tus nietitos les va a encantar. Cristina Barla.(escritora)

miércoles, 26 de junio de 2013

EL OSO SINFOROSO Y EL OSO VIOLINERO

HISTORIA DEL OSO SINFOROSO Y EL OSO VIOLINERO


Había una vez, una pareja de Osos que querían tener un hijito. Lo esperaban y no llegaba; hasta que, un día, la Osa dijo: -iré a ver a la Señor Lechuza Blanca para que me diga cuándo podré tener un hijo.
El Oso, le contestó:-si esa es tu voluntad, hazlo.
Y así fue como la Señora Lechuza Blanca que atendía en lo alto del árbol de la adivinación pronosticó: -Señora Osa, un osito viene en camino. Será más pequeño que los demás, pero, muy tierno y famoso.
Entonces la Osa, llena de emoción le dio un beso a la Lechuza Blanca y partió como un rayo a contarle a Papá Oso; quien, cuando se enteró que Ella sería mamá, la abrazó muy pero muy fuerte y le dijo: -No me importa que sea pequeño. Será nuestro hijo y lo querremos mucho.
Pasó el tiempo y llegó el bebé pequeñito, un poco débil para ser hijo de Osos; pero, cuando lloró, su primer llanto fue para el placer de los papis como una sinfonía y por eso, se les ocurrió el nombre de SINFOROSO. Y le quedó puesto ese nombre.
Como ya les había contado, Sinforoso no era grande ni fuerte como los demás oseznos; mas tenía una agilidad que le permitía trepar muy rápido a las ramas de los árboles en busca del alimento que más les gusta a los osos: “LA MIEL”, de los panales de abejas y avispas… Y, tan dúctil era su cuerpo que en el instante en que las obreras lo perseguían por comerles la miel, él rodaba como si fuera una pelota y sollozaba. Como su sollozo parecía música producía el encantamiento de quienes dejaban de perseguirlo para detenerse a escucharlo.
Así fue creciendo sinforoso. De panal en panal devoraba toda la miel que encontraba. Seguía siendo pequeño y redondo, de tanto dulce que consumía y no tenía músculos fuertes. Pero, sucedió que un día, mientras el osezno tenía medio cuerpo metido dentro del tronco de un árbol, y se encontraba comiendo la rica miel, pasó por allí Hércules (un osezno musculoso, fuerte, alto y vigoroso que practicaba gimnasia). Este vio la parte trasera de Sinforoso –Lo único que quedaba afuera del tronco- y de inmediato con su instinto y su olfato muy desarrollados se dio cuento de lo que hacía el gordinflón.
Entonces, respiró hondo, se plantó con sus piernas abiertas ante Sinforoso, lo tomó con sus brazos poderosos, lo arrancó del panal de un tirón y dando una voltereta lo elevó por el aire para dejarlo caer en un charco inmenso que parecía un lago; y meter luego su hocico en el panal y comerse todo lo que quedaba.
Sinforoso dio con su trasero en el fondo del barroso  charco y con toda su trompa embadurnada, con su pecho pegoteado por la miel, comenzó a lavarse sollozando porque le habían quietado su manjar; porque Hércules dejaría el avispero vacío, porque le dolía mucho su trasero y porque le costaba sacar el pegote de su piel…
Mas, ya les dije que los sollozos del pequeñín eran como música sinfónica.
Al rato, todos los animalitos del bosque rodeaba al osezno encantados de oírlo. Llegaban y se quedaban sentados escuchándolo. En primera fila las ardillitas, luego venían los mapaches, más atrás los ciervos con sus bellas cornamentas y finalmente la familia de los osos pardos, los grises… y quizás, algún oso blanco. Hasta los pájaros y las aves canoras volaban en bandadas en torno del pequeño oso que seguía llorando, pidiendo por su mamá.
De entre los espectadores apareció un Oso más grande (que bien pudo haber sido su Tío) y comenzó a tocar su instrumento preferido: el violín, de modo tal que entre los sollozos de Sinforoso y la melodía del Oso violinero, formaron un dúo que atrajo a todos hasta el charco; entre ellos los padres del osito quienes, admirados, no podían creen lo que veían y escuchaban.
Para no interrumpir el espectáculo mamá Osa esperó a que terminaran su interpretación y corrió a abrazar a su hijo y a quitarle el pegote de su piel con toda la paciencia de las mamás emocionadas por la ternura de sus críos.
El Osito se olvidó por completo del dolor de su trasero, también de la bestia de Hércules y de los avisperos para disfrutar del cariño de mamá y papá osos.
Pero…, aquí no termina la historia…
El Oso Sinforoso
Y el Oso Violinero
Recorrieron
Con su música
El mundo entero.
Primero caminando
Entre los árboles del bosque,
Luego,
Se compraron una bicicleta
Y así iban y venían
Con su mini orquesta
Más adelante
Con la plata que ganaron
Compraron una motocicleta
Y por los caminos del bosque
Al Oso Sinforoso
Y al Oso Violinero
Todos los llamaban
Los Osos Motoqueros.
Aprendieron a bailar
Y al escenario subieron
Tanto fue su éxito
Que compraron una avioneta
Y con la voz de Sinforoso
Y el violín de Violinero
Recorrieron, por aire
El mundo entero…
Los ovacionaron en Nueva York
En París, en Buenos Aires,
Y hasta en Japón los aplaudieron.
Se llenaron los bolsillos
Y así, llenos de dinero
Se dijeron:
-¿dónde hay más panales?
_ ¿Dónde los mejores avisperos?
-¿Dónde más amigos Osos
Que nos quieran?

Así fue que volvieron
Por los caminos del bosque
A cantar
A bailar
A tocar el violín
Para los oseznos más pequeños…
Y a comer tanta miel
Como en los viejos tiempos.
Y Colorín colorado
El cuento ha terminado.
Sinforoso y Violinero
¡Recorrieron con su música
El mundo entero!

Este es un cuentito que se me ocurrió de madrugada en que me desperté y no podía conciliar el sueño. Sería quizá porque tenía la historia rondando en mi cabezota. Para mis nietas tan queridas y ahora para los cuatro: las nietas y el nieto a quienes quiero con todo el corazón
Para que lo lean  y dibujen o pinten o hagan una obrita de teatro; se disfracen, bailen y canten.
Pero eso sí, para que estén todos contentos ¡Eh!... ¡Fuera la tristeza!

JUANA C. CASCARDO (inédito) Imagen: pintura de mi nieta Mara, 4 años y seis meses.

jueves, 25 de abril de 2013

"BOCHITA", LA MULITA.

“BOCHITA”, LA MULITA.



 El papá, desde el jardín, gritó a sus hijos: -¡Vengan, chicos! ¡Vean lo que traje!... Los niños, al escuchar la voz de su padre, dejaron lo que estaban haciendo y salieron al jardín. Asombrados, se encontraron con que su papá les mostraba una “mulita” que estaba dentro de una jaula. Al principio, temerosos, no se acercaban. Mas, alentados por el padre, comenzaron a aproximarse. Ya más confianzudos, y luego de ver que su papá pasaba la mano por sobre el lomo de la mulita y esta no le hacía daño, pusieron sus manos sobre el animalito. Apenas la tocaban con sus deditos primero, y como no se movía, pusieron ambos sus manos con fuerza sobre la mulita y esta comenzó a encerrarse dentro de su caparazón. Hundió su pequeña cabeza, luego las patitas y finalmente la cola hasta transformarse en una bola perfecta. Parecía una gran bocha. -Bueno, niños -Dijo su padre- ¿Les gusta el animalito? ¿Quieren ponerle un nombre? -Los dos a coro dijeron: -¡Si! ¡Si! La tendremos en la casa para que no se escape y le pondremos un nombre. -¿Qué nombre? -Preguntó el hombre. Los niños se alejaron y se dijeron nombres en sus oídos hasta que, de común acuerdo, gritaron: - ¡Bochita! Nos gusta Bochita. -Está bien. Si ese nombre les gusta, le diremos: Bochita. Ahora, díganme: -¿Quieren levantarla y tenerla en sus brazos? ¡Hum!... Ya no era tan fácil convencerlos para que levantaran a la mulita. Entonces el papá, con sumo cuidado, alzó a Bochita, y la acercó a los niños para que le acariciaran el lomo. Luego, la volteó y quedaron más asombrados aún de ver que parecía una pelota, una perfecta bocha (tal como los chicos la habían llamado). La mulita estaba guardada dentro de su caparazón y no se podían distinguir las partes. Era una sola esfera que si la arrojaban, podía rodar… Y…, en cuanto la colocaron en el césped, comenzó una veloz carrera. ¡Qué rápidas que son las mulitas!... En un instante había dado la vuelta a todo el jardín… Nunca los niños habían visto un animalito que tuviera la habilidad de esconderse y luego, de salir corriendo con tanta rapidez. Era difícil de alcanzar y en cuanto se sentía rozada, se refugiaba dentro de su caparazón. ¡Qué lindo regalo les había traído su papá desde la sierra! Mas…, los niños preguntan y preguntan… ¿Quién la encontró? ¿Adónde viven las mulitas? ¿Tienen hijitos? Asique, el papá se encontró de pronto ante preguntas que no podía responder. La única era que la habían encontrado unos turistas que recorrían las sierras, y se la dejaron (él cumplía tareas de Guía) porque no podían llevársela al hotel donde se hospedaban. Sin embargo, no sabía ni qué comen, ni dónde viven, ni menos aún, si esa mulita era hembra o macho. Si había procreado. Si se trataba de un individuo adulto, o no. Les contestó con evasivas, tratando de ganar tiempo. Cuestión que para contestar con conocimiento, debió ingresar en el buscador de Internet y encontró que el animalito no es doméstico. Es silvestre y como tal, busca siempre su libertad, regresar a su hábitat lo antes posible… Mientras él hallaba información para brindársela a sus hijos… -“La mulita o armadillo o Tatú-eté, se alimenta de hierbas, de insectos o bichitos. Su carne es muy apreciada de ahí que este animalito sea muy buscado. Vive con sus crías en cuevas que cava en la tierra. En muchos hogares la crían como mascota; aunque no es tan sencillo ya que cavan túneles y escapan muy fácilmente. Son muy escurridizas…” La mulita, logró salirse del encierro y ganar terreno… Los chicos, a su vez fueron a darle la noticia a su madre e inventaron su propia historia: Bochita era una mulita mamá. Vivía en una casita en la montaña a la que llegaba escarbando con sus patitas y trepando. Sus hijitos la estaban esperando porque había salido a buscar comida cuando unos turistas la atraparon. Por eso, le pedían a su mamá que hablara con el papá y le dijera que Bochita quería volver a su casita. No querían que dejara solos a sus hijitos. Cuando el padre tuvo la información y quiso transmitírsela a los chicos; estos ya habían decidido que no querían que Bochita se quedara a dormir en la casa. Ellos pedían que la llevara con sus hijitos que habían quedado en la montaña oscura y debían de tener mucho miedo que algún zorro, o puma, se los comiera. ¡Pobrecitos los hijitos de Bochita! Estarían esperando que volviera su mamá con alimento; no querían que le pasara lo mismo que a Bambi. Tanto pidieron a su padre que llevara al animalito a su casita, que el papá fue en busca de la jaula en la cual había dejado encerrada a la mulita. Pero…, grande fue su asombro cuando encontró la puerta de la jaula abierta y de la mulita sólo quedaba el rastro… Ella solita se había ingeniado para salir y encontrar el camino para regresar junto a sus hijitos. Los niños se sintieron tristes porque no la tendrían en su jardín. Mas luego de un tiempo comenzaron a cantar alegremente: Bochita abrió la jaula Corrió a su cuevita Arriba en la montaña. ¡Qué feliz estarán los hijitos Junto a su mamita! Y así termina esta historia. Espero que les haya gustado. Pero…, si a ustedes les parece, pueden imaginar que los niños siguieron yendo a visitar a Bochita toda vez que subieron a las sierras. JUANA C. CASCARDO Diciembre de 2012
La imagen: pintura de mi nieta Mara, 4 años y seis meses.

viernes, 30 de septiembre de 2011

UNA CAMA PARA LA JIRAFITA YANINA



UNA CAMA PARA LA JIRAFITA YANINA

Ángel y Pamela tenían una jirafita BB a la que llamaron Yanina. Había nacido en el zoológico, cerca de la casa de ellos; pero, como se encariñó tanto con los dos niños que la iban a visitar todas las tardes, el Director del Zoo, de acuerdo con los padres de ellos, decidió dársela en custodia. Porque, además el sitio no tenía espacio ni instalaciones para tener otra jirafa más.
Así fue que la hermosa jirafita, de carita pequeña con dos enormes ojos marrones que brillaban como dos lucecitas y dos cuernitos incipientes que se veían sobre su cabeza a los cuales los niños acariciaban cuando Yanina se les aproximaba, pasó a formar parte,  como mascota, de la familia Núñez. Era esbelta de largas patas y sobre todo su cuerpo anaranjado lucía pequeños manchones blancos y de color té; como todas las jirafas del mundo, su cuello era muy largo lo que le permitía alcanzar las hojas de las ramas más altas de los árboles de acacia, que eran su alimento preferido.
La jirafita, tenía una debilidad o tal vez, como los pequeños la mimaban mucho, le gustaba dormir en una camita que José, el papá, había preparado para ella.
Eso sí cuando llegaba la hora de irse a dormir, Angel y Pamela hacían dormir a Yanina antes. Le cantaban, le acariciaban con sus frágiles manos el cuello de más de un metro de largo.
Tan acostumbrada estaba a estos mimos que cuando se ponía el sol, Yanina venía hacia la casa y golpeaba con su hocico la puerta de la habitación de los chicos para avisarles que quería arrumacos.
Ellos también se habían acostumbrado tanto a esto que no podían dejar de atender a su querida jirafita.
La familia vivía en una amplia casa de campo rodeada de frondosos árboles con espacio como para que la “mascota” pudiera recorrerlo con sus parsimoniosos pasos.
Pero, lo que no estaba en los planes de los hermanitos era que Yanina iba creciendo tan rápido que le resultaba cada vez más difícil entrar con su esbelto cuello por la puerta del galpón adonde le habían fabricado una cama con muchos arbustos y pastos secos.
Cada vez que pretendían hacer dormir a Yanina tenían que ingeniárselas para acomodar su cada vez más grande cuerpo en la cama. Ellos con cariño y destreza la ayudaban; pero a medida que se estiraba, la cama se fue haciendo más pequeña, lo mismo que la puerta de entrada…
Los niños no querían contarle a sus padres sobre el trabajo que les daba hacer dormir a la jirafita. Mas, en un día en que llovía copiosamente, debió ser el papá quien con paciencia y habilidad lograra que Yanina doblara su cogote lo suficiente para atravesar la puerta y luego de muchas, muchas vueltas hacer que se recostara en su ya chica cama.
Los niños no querían que su mascota pasara las noches afuera. Tampoco que no pudiera dormir como ellos, en una cama. Y de tanto pedir, consiguieron que su papá sacara la puerta y agrandara el marco de modo tal que la jirafa pasara. Pero… ¡Era más difícil encontrarle una cama! Porque Yanina se había estirado tanto que ahora pesaba más y ellos ya no podían acariciarle la cabeza ni recorrer el suave y largo cuello con sus manos, si no se subían a una mesa o a una escalera. Yanina les había ganado en altura y ellos, no sabían cómo hacer que durmiera  tranquila y feliz en su cama.
La jirafita, con su triste mirada les pedía: ¡Quiero una camita! ¡Quiero dormir en mi camita!
Entonces Pamela y Ángel tuvieron varias ideas: le preguntaron a sus maestros de la escuela.
-Las jirafas no usan cama- les respondieron.
Decepcionados llamaron al cuidador del zoológico.
-¡Ah niños, niños!  Las jirafas duermen paradas…  Nunca se echan en camas. Todas las que cuidé, dormían de pié, y muy poquito.
-¡Mentira! – respondía Ángel.
-¡Yanina, nuestra jirafa, duerme en su cama! – contestaba Pamela indignada.
Ingresaron a las páginas web buscando: “Una cama para la jirafita”. Recorrieron una, dos, cien páginas y ¡Nada! En todas ellas se repetía lo mismo: -“Las jirafas duermen no más de dos horas por día y no se tienden, no descansan en el piso como otros animales”… “A veces, duermen 10 minutos y enseguida se despiertan”…
Ya los niños estaban desesperados. No sabían a quien recurrir. Tampoco querían que su mascota durmiera en el parque, parada y solita. Ellos la querían hacer dormir como cuando era pequeñita.
Asique, siguieron preguntando: en la escuela, a los cuidadores del Zoo, a la gente del circo que armó carpa cerca de su casa, al veterinario. También le pidieron a su mamá Ema, que les buscara información en la Enciclopedia. Pero, en ninguna parte decía que las jirafas se acuestan en camas…
Vencidos casi, decididos a dejar a Yanina en el Parque de día y de noche, fueron junto con sus amiguitos a un paseo en el bosque en las cercanías de la ciudad.
Allí había juegos de todas clases: “hamacas, paralelas, sube y baja, calesitas, toboganes”.
Enormes toboganes por los cuales todos se deslizaban felices y contentos.
¡Qué idea se les ocurrió a los dos niños! ¿Saben qué? Cuando vieron los inmensos toboganes, se les iluminó la mente y corrieron a comprobar que podían tirarse con todas las ganas desde esa altura sin caerse.
Mas, de pronto, comenzaron a gritar:-¡Eureka! ¡La cama para Yanina será un tobogán!... El resto de los chicos, sin saber bien por qué, repetían a coro: ¡La cama de Yanina será un tobogán!!
Cuando llegaron a su casa, luego de saludar a sus padres, y antes de irse a dormir, los niños deliberaron.
-Debemos hacer un dibujo – dijo Pamela.
-Sí, eso es- contestó Ángel.
Encendieron la luz de su habitación, buscaron cartulinas y lápices de colores y se pusieron a dibujar.
El dibujo debían mostrárselo a su papá, para que entendiera que si hacía un enorme tobogán y lo cubría con arbustos y pastos secos, allí podía dormir su amada jirafita ¡Que ojo!... Ya era una señora jirafa de tanto que había crecido.
Y Ellos, podían subir por la escalera y acariciarle los cuernitos, el largo cuello, cantarle canciones y esperar a que Yanina se durmiera, antes de irse a sus camitas.
¡Hum! No fue fácil dibujar el tobogán. Les llevó varios días, de hacer muchos dibujos y tirarlos porque no les gustaban. Pero, al fin hicieron uno que les gustó y  que mostraron orgullosos a su papá y a su mamá.

Y…, como imaginarán después de largas charlas en que explicaron el dibujo y  cómo debía fabricar la nueva cama para Yanina, consiguieron que José, su papá, con la ayuda de un amigo, construyera un hermoso tobogán dentro del galpón, que los niños llenaron con arbustos y pastos secos, de modo tal que la Jirafa entraba sin dificultad ya que no había puerta sino un inmenso arco de su altura y que se estirara cuan larga era, sobre el tobogán mientras ellos: Ángel y Pamela, subidos a la escalera la hacían dormitar.
Pero, saben qué. La jirafa, no quería herirlos y se hacía la dormida. En cuanto ellos se lo creían, y se marchaban, Ella, según sus costumbres  jiráfidas se incorporaba y…, salía a disfrutar de la inmensa luna, de las estrellas y de la música de los animalitos nocturnos que la acompañaban.
Y ni lerdos ni perezosos, los dos niños, aprovechaban durante las horas de la siesta -cuando la jirafita recorría el parque -para deslizarse por el tobogán-cama con sus amiguitos. ¡Eso sí! Quitaban los arbustos y pastos secos y colocaban una hermosa colchoneta de gimnasia... JUANA C. CASCARDO

viernes, 20 de mayo de 2011

COMENTARIOS LIBROS PARA NIÑOS, NOTICIAS, OPINIONES



CORAZÓN DE CHOCOLATE - Poesías para niños - de Esther del Rosario Guevara.
Esther Guevara ha escrito un libro de poesías para niños "Corazón de Chocolate" que se suma a su anterior Burbujitas; y la lectura y el análisis de esta obra sin ninguna duda requiere una óptica diferente.
Sus primeros críticos fueron los niños, a quienes les está dirigido el trabajo y solamente nos basta con observar las notas gráficas insertadas en el libro y que corresponden a tomas fotográficas de la lectura de estos poemas en diferentes ámbitos donde los niños desarrollaron actividades para darnos cuenta que la aprobación por parte de este público, directo y sin preconceptos, ha sido unánime.
...Consigue enternecernos cuando va armando un mundo justamente de chocolate con las acciones de los animales que menciona, haciendo que de partida tomemos cariño por ellos y justifiquemos todas esas impensadas reacciones y juegos del intelecto que les adjudica esta docente de San Luis quien aprovecha los espacios de tiempo que su jubilación le otorga para volcarse a los niños de todas las edades y de todas las escuelas; a sus niños, como ella dice....
Divide al libro en una primera parte y luego a la segunda se la dedica a los animales conocidos por todos nosotros, por los niños de su provincia, poniendo de manifiesto que por sobre todas las cosas, los niños tienen que llegar a estas pequeñas fábulas y personificaciones que han sido de alguna manera incorporados a sus vivencias desde muy temprana edad, tanto por haberlos visto como por la literatura que nuestros mayores nos legaran refiriéndose a la fauna sanluiseña.
Fragmento del comentario realizado por el escritor Jerónimo Castillo y publicado en: "LEÍ TU LIBRO" pags. 107/108.

martes, 15 de marzo de 2011

LOLI Y PIPÍ


LOLI Y PIPÍ
Para mi nietita Maia con mucho cariño


Había una vez, una nena de cabellos rubios rizados, de ojillos pícaros de color marrón intenso, de boca pequeña y expresiva, llamada Loli, a quien le gustaban mucho los pájaros, las flores y las mariposas. Tanto los amaba que todos los pajaritos del parque se acercaban a ella para que les diera el alimento en sus manitas, para luego remontar vuelo en pos del cielo azul.
Loli los quería a todos por igual. Hasta que un día, llegó uno que sería su preferido. El pobrecillo traía una de sus alitas heridas y por más que lo intentara no lograba elevarse del suelo. La nena lo cuidaba con esmero. Acariciaba sus plumas, le lavaba la herida y le colocaba un remedio para que se curara.
A este pajarito, de hermoso plumaje azul-verdoso con destellos rojizos, la nena lo llamó: PIPÍ.
Lo ubicaba sobre el marco de su ventana cuando daba el sol para que tuviera más fuerzas. Le daba de comer en sus manos y le hablaba mientras él, le contestaba con sus trinos en señal de agradecimiento. Así, con tantos cuidados, las alas de Pipí se curaron y se pusieron fuertes, sus plumas crecieron y todos los días intentaba, una y otra vez, volar.

Veía cómo los demás pajaritos revoloteaban alrededor de la ventana. Veía pasar las mariposas y quería alcanzarlas. Pero aún no lograba mantener su cuerpecito en el aire.
La niña lo seguía prefiriendo y dedicaba el tiempo que la escuela le dejaba libre para jugar y cuidarlo hasta que, otro día, mientras todos los pajaritos, luego de comer las semillitas remontaban vuelo, Pipí lo intentó muchas veces y al final ¡Zum...! voló un poquito y otro más y así fue elevándose en el cielo azul hasta perderse de vista. Cuando la pequeña se dio cuenta que Pipí no regresaba, lloró y pidió a su mamá que la llevara adonde estaba su preferido; pero, la mamá solamente podía consolarla diciéndole:-Loli, hijita, Pipí volverá. Necesita volar mucho por todo lo que estuvo lastimado. Ya vas a ver que vendrá, golpeará con su piquito tu ventana y comerá de tus manos otra vez.

Loli vigilaba todas las mañanas la ventana. Veía que llegaban sus amigos menos Pipí y otra vez lloraba y acudía a su mamá:-Quiero a mi Pipí, quiero a mi Pipí..., hasta que, cansada, se olvidó un poquito; aunque no le daba de comer a sus amiguitos tan contenta como antes, seguía con su costumbre de siempre.
Amaba como ya dijimos a las mariposas, las flores y los pájaros.
Pasaron días, semanas, meses quizás. Ya Loli desayunaba todas las mañanas a la mesa con su mamá, su papá y su hermosa hermana.Ya se ponía la ropita, las medias y los zapatos; se ataba los cordones de sus zapatillas y concurría a la escuela adonde la esperaban nenas de su edad. Y aprendía las letras, los números, dibujaba muy bien, cantaba y bailaba. Le encantaba la música.
De vez en cuando jugaba con sus amiguitas y se portaba cada vez mejor. Había dejado de chillar y pedía las cosas por su nombre. Tampoco peleaba con su hermana, a quien quería mucho.
De pronto, una tarde, en que jugaba con sus amigas, vio que bajaba del árbol frente a su ventana un pajarito que le recordó a su Pipí porque revoloteaba a su alrededor, la maravillaba con sus trinos y se posaba en sus hombros, en sus manos y con su pico le daba como pequeños besitos en las mejillas.

- ¡Pipí!... ¡Pipí!...- Gritó emocionada y mostró orgullosa su preferido, a las amigas que no lo conocían.
El pájaro la reconoció. Y volaba de las manos de Loli a una rama del árbol adonde había un nidito y dentro del cual piaban dos pichoncitos.
Luego bajaba, tomaba con su pico alimentos y se los daba en la boca a sus hijitos.
Según nos contó la mamá de la nena, siempre volvía para acompañar a Loli mientras le enseñaba a sus pichoncitos a volar.-
JUANA C. CASCARDO

sábado, 12 de marzo de 2011

MICAELA Y SU REINO








Había una vez una nena de brillantes cabellos cuyos bucles caían como cascada sobre sus hombros; con ojillos picarones de mirar profundo de intenso color azul. Su carita era hermosa y siempre estaba risueña; ya fuera de mañana, como en la tarde o noche.
Micaela (Mica, como le decían sus primitos), tenía una expresión de alegría en su rostro perfecto. Irradiaba simpatía adonde quiera que estuviera.
A la niña le gustaba mucho oir el canto de los pájaros, de las aves canoras y también el croar de las ranas en los charcos cercanos, de los sapines que se acercaban a su ventana y prestaba atención a los grillitos que también salta que te salta, se le aproximaban.
Amaba tanto el canto del gallo en la madrugada – Ella se despertaba para oírlo cantar – como el gorgojeo de una parejita de “churrinches” que había construído su nidito en el hueco entre la pared y los tirantes del techo de la galería de su casa.
Pasaba horas de su tiempo escuchando e imitando el canto de los pájaros que acudían a su jardín porque ella les ponía miguitas de pan remojadas en agua o semillitas de mijo.
Micaela podía reproducir sin dificultad el encendido canto del hornero que construía su hogar a pocos metros de la puerta de ingreso al suyo; como el alegre, divertido y variado cantar de los churrinches y también, cuando creía no ser vista ni escuchada, hablaba en el extraño lenguaje “croático” de los sapines.
Con éstos, mantenía todas las tardecitas, mientras su mamá preparaba la cena, largas conversaciones. Ellos quizá le traían noticias de las plantas, de las mariposas, de los estanques que reflejaban los rayos plateados de la luna o de la proximidad de necesarias; pero, temidas lluvias de verano.
¡Vaya a saber qué cosas se contaban!...
Pero lo cierto era que Micaela se sentaba debajo de su ventana y casi al instante venían tres, cuatro…, muchos sapines con su color amarillo-verdoso, con sus ojillos relucientes y se quedaban en rueda, croando: croac…, croac… Y Ella les contestaba imitando el sonido a la perfección.
Así día a día, y principalmente a la puesta del Sol, Micaela y sus amiguitos pasaban largos ratos juntos; disfrutando de esa extraña amistad que nace entre los seres vivientes sensibles.
Hasta que, luego de una tormenta tremenda en que refulgía y tronaba el cielo cargado de electricidad y bramaba un viento huracanado y persistente, desapareció el nidito de los churrinches. El de los horneros amaneció partido en mil pedazos y los sapines, no volvieron a croar debajo de la ventana de la pieza de la nena; quien buscaba y clamaba por los ausentes que quizá el viento había llevado lejos…
Tanto afectó este hecho la sensibilidad de Mica que se puso triste, dejó de comer y ni cuando venían sus primitos a visitarla se la veía reír.
Sus padres comenzaron a inquietarse. Consultaron a su médico y éste les dijo:-“Está viviendo un momento de melancolía y hay que buscar algo que motive su interés, que la saque de ese estado emocional. No es cuestión de medicamentos”- cerró así la consulta.
Pensaron y repensaron los padres de Micaela en mil maneras de distraer a la niña; mas Ella permanecía indiferente.
Hete aquí, que como eran padres inteligentes y observadores; que criaban en forma directa a su hijita, recordaron que ellos habían filmado en varias oportunidades a Mica mientras sostenía sus conversaciones con los sapines y también cuando reproducía el canto de los horneros, el gorgojeo de los churrinches y el estridente ulular de los grillos.
Esperanzados comenzaron a buscar el material que nunca habían mirado ni escuchado; porque la intención de ellos era dárselo a su hija cuando creciera, como testimonio de sus momentos de infancia; nada más.
Así fue que pusieron el material en el reproductor de videos, una noche de tantas en que la hija, sentada a la mesa familiar, miraba la comida sin querer probar bocado.
Primero, el papá conectó el reproductor, dejándolo en bajo volumen.
Luego, la mamá acercó la pantalla y subió el volumen de modo tal que poco a poco el ambiente todo del living-comedor fue un trinar, un croar sólo interrumpido por la tierna voz de Micaela; quien dialogaba con sus amiguitos, como si estuvieran allí.
Preocupados aunque expectantes, los padres miraban con disimulo a la niña y continuaban con la cena, como si nada pasara…
Al cabo de unos instantes, los ojos de Mica comenzaron a iluminarse, y en su boca apareció esa sonrisa hermosa que tanto extrañaban.
Sin decir una palabra, se levantó de pronto de su sitio, se puso a bailar y a cantar imitando los sonidos que emitía el aparato que había reproducido con fidelidad los más hermosos momentos de comunicación entre la nena y sus queridos amigos. Mientras los imitaba, decía los nombres que les había puesto a cada uno: la ranita croka, los sapines: coco, tito y babi; el grillito: grigri, los churrinches: quico y quica; los horneritos: pico y lala.
Hasta que, agotada, la niña fue al encuentro de sus padres a quienes abrazó feliz, de ver y escuchar nuevamente a sus tan queridos amiguitos del reino animal.
Ellos también la abrazaron felices al ver otra vez, la risa diáfana en el hermoso rostro de su querida hijita.
En La Plata, 8 de Mayo de 2009
Para mi nietita más pequeñita: Mara con todo cariño
JUANA C. CASCARDO

sábado, 5 de marzo de 2011

PEPITA Y SUS AMIGUITOS



PEPITA Y SUS AMIGUITOS – cuento-
Para mi nietita Jana con amor

Había una vez una nena, muy, muy bonita que brincaba y corría y andaba en calesita. Esta nena se llamaba Pepita.

Y resulta que Pepita se portaba muy bien durante el día: hacía lo que le indicaban su mamá, su papá y la maestra del Jardín, Patricia. Pero, llegaba la noche y Pepita se ponía a gritar, a llorar y a patalear.

Se levantaba , se iba a la cama de su mamá y su papá y no los dejaba dormir porque daba vueltas y más vueltas llorando sin que nadie supiera lo que le sucedía.

Tanto que todos los animalitos amigos de Pepita: el osito, el patito, el pumita, el perrito, el pingüinito que dormían en la pieza de la nena, se despertaban y se ponían tristes porque no sabían lo que le pasaba a su amiguita.

Entonces, una noche, el más grande de los animalitos que era el Osito, les dijo a los demás:
-No me gusta que Pepita llore y grite a la noche y nos deje solitos.
-Sí, el Osito tiene razón- contestaron los otros animalitos que estaban reunidos en torno de aquel.
-Pero, ¿qué podemos hacer? –preguntaron a coro.
-Y todos juntos se tomaron de las manitos, juntaron sus cabezotas y se pusieron a pensar…
-Ya sé –dijo el Perrito.
Y los demás lo miraron con atención y a coro dijeron:
-¡Cuéntanos, Perrito, cuéntanos!
-Bueno –comenzó diciendo el Perrito – yo pienso que a Pepita no le gusta que nosotros nos vayamos a dormir mientras ella duerme y por eso llora y grita. Pepita tiene miedo…
-¿Y qué podemos hacer nosotros? – preguntó Pingüi dando un paso adelante.
-Eso sí que es difícil –concluyó el Pumita desperezándose. Pero, se me ocurre que yo puedo ronronear mientras Pepita duerme para que se sienta acompañada…
-Y yo, dijo el Osito, puedo dormir a los pies de la cama y calentar los pies de Ella con mi piel…
-Y yo, agregó el patito, puedo arreglarme las plumitas mientras Pepita duerme para que, si se despierta, vea que estoy despierto.
-A mí me gustaría cuidar la puerta de entrada de la pieza. Me acostaré allí para que nadie entre sin mi permiso –dijo el Perrito colocándose delante de la puerta.
-¿Y yo qué puedo hacer? –comenzó a llorar tristón Pingüi que no sabía hacer nada.
-Sí, Pingüi, puedes prender la luz con tu pico cada vez que Pepita se despierte –gritaron a coro todos los animalitos.
-¡Bien! ¡Bien! –batió sus alas Pingüi que dejó de llorar y se puso a reír.
-Bueno amigos –dijo el Osito- la reunión terminó y ahora cuando Pepita venga a dormir ya saben lo que cada uno tiene que hacer.

Esa noche, cuando la chiquilla se durmió, cada uno de los animalitos hizo lo prometido.
Así fue que, cuando Ella se movió en su camita y comenzó a llorar, a gritar y quiso ir a la cama de sus papás, se encontró con que:
Pingüi prendió la luz de la pieza.
El Osito vino y se tendió a los pies de su camita. El Pumita comenzó a ronronear. El Patito se subió a la mesita de luz y comenzó a arreglarse las plumas, una por una.
…Y el Perrito, se instaló a la puerta de la pieza con aire de entendido para que Pepita se diera cuenta que él la cuidaría, que no debía tener miedo de nada…
Entonces, la nena, al ver que todos los animalitos estaban despiertos, que la querían y cuidaban mientras ella dormía, dejó de llorar y se fue acomodando en su camita hasta quedarse dormida otra vez.
Los padres estaban encantados con esta Pepita y nunca se enteraron que fueron el Osito, el Patito, el Pumita, el Perrito y Pingüi quienes consiguieron el milagro.

JUANA C. CASCARDO



martes, 1 de marzo de 2011


TOMMY: EL GATO CONQUISTADOR

Yo conocí una vez a un gato llamado Tommy al que le gustaba salir a pasear y bailar de noche cuando había luna llena y se llamaba a sí mismo: TOMMY EL CONQUISTADOR. ¿Imaginen por qué?
Pues porque según él no había gata joven, adulta o vieja que resistiera ante sus encantos...¡Todas se enamoraban!...
Pero, hete aquí que los demás gatos de la gran familia gatuna del barrio Catedral no pensaban lo mismo. Mas bien, creían que Tommy era un soberbio o mentiroso y se lo dijeron.
Entonces, Tommy jugó una apuesta a todos los gatos del barrio Catedral que él conquistaría a todas las gatas y que eso podrían verlo con sus propios ojos en la próxima luna llena en el Centro de la Plaza San Martín. Allí los esperaba a las dos horas de la madrugada para demostrarles que él era Tommy El Conquistador
Mas, sin decir nada a nadie, Tommy entregó a cada una de las gatas una invitación personal para que concurrieran al Centro de la Plaza San Martín en la próxima luna llena a las dos de la madrugada para asistir con sus mejores galas a un espectáculo artístico sorpresa; motivo por el cual no debían comentárselo a nadie.
Así fue como cada gata comenzó a acicalarse pasando horas frente al espejo, lamiéndose las manos, pasándoselas con esmero por la cara, la cola, las patas y muy especialmente por el hocico y las pestañas...
Cada una de ellas creía que era la más importante y quería lucir hermosa.
La gatita Marián, se puso un enorme y brillante moño rosa con pintitas azules sobre su pelambre angora blanco. La gata Aurora –más adulta- eligió un collar de seda verde haciendo juego con sus ojazos de igual color y la gata vieja: Misha, se colocó aros en las orejas, mucho rimmel en sus pestañas y bigotes y ató en el extremo de su cola majestuosa un cascabel de colores.
Y de esa manera, todas se emperifollaron para asistir al espectáculo artístico sorpresa.
Ninguno de estos preparativos fueron avistados por los gatos que todas las noches gastaban con sus bromas a Tommy:
-¿Y, Tommy, a cuántas gatas besaste hoy?
-Vengan, amigos –decía el Barcino Mac.-¡Miren las bellezas que conquistó el Tommy!...
Fueron pasando unos días y sus noches y llegó la tan esperada luna llena.
¡El alboroto que se armó!
A la una en punto de la madrugada Tommy esperaba sentado, orgulloso y muy bien arreglado a que vinieran los gatos. El sabía que concurrirían. Su picardía había sido invitar una por una a las gatas y nada menos que para darles “una sorpresa”.
Mientras ellas, paquetas y elegantes iban llegando, los gatos- quienes no pudiendo dominar su curiosidad observaban desde cierta distancia- no podían creer que ante sus propios ojos se estuviera desarrollando un espectáculo en cuyo centro aparecía Tommy, rodeado de gatas, gatitas y gatasas que daban vueltas en torno preguntándole por la sorpresa.
Los gatos, de la familia gatuna, estaban tan asombrados que no prestaron atención a los maullidos de disgusto que proferían las damas gatunas al romperse el encanto :
-¡Hemos sido engañadas!- se oía a la gata Aurora- ¡corrámoslo!...
-¡Gato maldito!- decía la gata Misha.
Pero Tommy, sin dar explicaciones se paseaba por entre ellas para que los otros gatos lo envidiasen. ¡Y vaya que lo endiviaron!
Tanto que huyeron a los árboles y techos más cercanos desde donde lanzaban aullidos que semejaban chillidos de bronca.
¡Otra vez Tommy les habìa ganado con su astucia !
Y... ¿qué opinan ustedes lectores?: -quizá no sea El Conquistador pero eso sí era un gato muy, pero muy pícaro -
A eso de las cuatro de la madrugada Tommy seguía rodeado por las gatas porque no era tan malo ni tan mentiroso. Había pedido y recolectado alimento suficiente como para hacer una rica comilona.
Así que, todas quedaron piponas y se durmieron alrededor del gato hasta que los primeros rayos del Sol comenzaron a inundar el centro de la Plaza.- JUANA C. CASCARDO -

sábado, 26 de febrero de 2011

EL CAMION DE SUS SUEÑOS


EL CAMIÓN DE SUS SUEÑOS
 Cuento dedicado a Milo, mi nieto de 3 meses.
Ismael era un niño de escasos cinco a seis años. Despierto para su edad, emotivo y curioso,  que vivía cerca de la Avenida Principal; en una de las tantas Villas de Emergencia que rodean a la ciudad Capital.
Sus hermosos ojos verdosos destacaban en su rostro cetrino rodeado de un cabello espeso, negro y revuelto; mal cuidado como todo en el niño: sus manos, uñas, ropa y calzado.
Ismael pertenecía a una pequeña familia formada por un padre obrero de la construcción y una madre que se ocupaba de ellos – dos hermanos- a la vez que cuidaba ancianos por hora.
Los ingresos familiares eran escasos; pero, ambos progenitores tenían, además de buen carácter, la férrea voluntad de salir de esa situación con su esfuerzo, con el ahorro y alentaban a todos aquellos que los conocían y trataban de  mejorar.
Sin embargo, Ismael sentía muchas veces tristeza porque veía, cuando iban de compras al supermercado situado a cinco cuadras de su casa, la cantidad de cosas, especialmente juguetes, que había allí; y de los cuales carecía.
Había unos camiones,  de variados tamaños,  de madera pintada con brillantes colores que lo enloquecían. Mas, cuando pedía a sus padres que se los compraran, siempre recibía la misma respuesta: -Ahora, no.  De inmediato lo tomaban de la mano y lo conducían –un poco a la fuerza- hacia los anaqueles de los alimentos. Era lo único que sus padres compraban.
Tantas veces recibió el niño la respuesta negativa que decidió escribir una carta que envió a Papá Noel.
Querido Papá Noel:
Le mando esta carta para pedirle que me traiga para Navidad un camión de madera que está en el supermercado cerca de mi casa. Tiene ruedas negras, una caja de madera roja, la cabina también de madera verde y, adentro está tapizado de azul.
Es hermoso y a mi me gusta tanto, que siempre se lo pido a papá y a mamá, pero siempre me dicen que No.
Soy un niño bueno y me porto bien.  Ayudo a poner la mesa, a cuidar a mi hermanito, y voy al jardín todos los días.
Espero que reciba mi carta y me traiga este juguete así puedo jugar con él y los demás chicos del barrio.
Sé que vive muy lejos, en el Polo Norte, pero a lo mejor puede venir en avión y no en un trineo, para no tardar tanto.
Un abrazo
Ismael
Esta carta la dejó colgada a la puerta de su casa para que alguien la llevara al correo.
Pasaron muchos días y no recibía ninguna contestación.
Hasta que, una tarde en que el chico de  expresión triste en la mirada,  se hallaba sentado a la puerta de su casa haciendo con sus manos formas de barro, junto a su hermanito quien  intentaba gatear; acertó a pasar por allí un anciano quien llevaba un bastón y tenía una barba blanca bastante crecida.
Al ver al niño quedó prendido de sus ojos tristes  y se detuvo:
-¡Oye niño! – Dijo - ¿Qué te pasa que estás tan triste?
-No estoy triste, Señor –contestó –Estoy jugando…
-¡Vamos hijo! Tus ojos me dicen que algo te ocurre y no eres feliz –Insistió el anciano; quien se había detenido frente a los dos niños y no se movería hasta obtener una respuesta.
-¡Cuéntame! –Volvió a insistir  con voz convincente.
Ismael levantó sus bellísimos ojos hacia la cara del anciano y mirándolo con lágrimas en ellos, le dijo: -Quiero un camión de madera pintada como hay en el Supermercado.
El hombre, entonces, bajando el tono de voz, acercándose al niño, le dijo:
-¿Y por qué no le pides a tus padres?
Con más lágrimas en su rostro, Ismael  le contestó: -Ya le pedí muchas veces. Pero ellos siempre dicen que no.
-¡Ah! ¡Entiendo! – respondió el anciano y mirando hacia todas partes, para asegurarse que nadie más lo escuchase,  le dijo:
-¿Le has enviado una carta a Papá Noel,  hijo?
-¡Sí, Señor! Le envié una carta  y nunca me contestó; tampoco me trajo el camión que le pedí. Dicen que Papá Noel es muy bueno y le trae juguetes a todos los niños que se portan bien. Pero, Yo me porto bien y Él no me trajo el camión… -Terminó diciendo el chico, mientras se incorporaba y pateaba una piedrita con su zapato; cosa que  su pequeño hermano  imitó.
-¡Bueno! ¡Bueno! – Habló como para sí el hombre. Luego de unos instantes en que quizá estuvo pensando cómo interesar a los niños, explicó: -A mí, me manda Papá Noel, porque como el Polo Norte está tan lejos y lleno de hielo, busca a personas que viven más cerca para que lo ayuden. Yo puedo hacer un camión tan hermoso como los del supermercado – Concluyó.
-¿En verdad? –Casi gritó Ismael  -¿Puede hacerme un camión bonito que ande y todo?
-Si, pequeño. Yo tenía un taller aquí cerca de la casa de ustedes cuando todos los niños de este barrio recibían un juguete para Navidad. Los padres, me ayudaban. Entre todos hacíamos juguetes que luego repartíamos a los niños que se ponían felices y alegres. ¿Quieres que te enseñe?
-¡Sí. Sí, Señor! - Respondió Ismael dando un salto enorme  -Y colocándose al lado del hombre, dijo: -¡Quiero que me enseñe! ¡Quiero hacer camiones como los del supermercado para todos los niños que viven en esta Villa!...
-Bien. Entonces, primero iré a buscar los materiales. Luego, vendré con mi mesa de trabajo y nos pondremos aquí a fabricar juguetes ¿De acuerdo?
-¡Si! ¡Sí!... -Y los ojitos verdosos comenzaron a destellar; parecían centellas titilantes en el rostro feliz del niño.
Pasaron varios días hasta que una mañana, en que Ismael se levantó más temprano, justo cuando los rayos del sol iluminaban los edificios de la acera de enfrente, pudo ver cómo habían refaccionado un antiguo local que nadie utilizaba.
Tanto le interesó el cambio, que comenzó a cruzar la avenida en esa dirección. No alcanzó a hacerlo porque vio a un anciano acercándose con un brazo tendido hacia él  y portando un hermoso camión de ruedas negras, caja roja, cabina verde… Hizo sonar el claxon y el niño no pudo resistir la alegría y corrió hacia el hombre que  le entregaba el “camión de sus sueños”.
No sólo eso. Lo invitó a pasar al interior del local y al galpón del fondo.
¡Era un taller de carpintería! Y…, había muchas mesas, carpinteros armando camiones, autitos, casitas y todo tipo de juguetes de madera pintados de todos los colores más bonitos que el niño pudo haber soñado.
¡Oh!... -Atinó a decir Ismael  -¡Cuántos juguetes!... -Siguió diciendo mientras recorría, saltaba, revisaba y mostraba  una maravillosa alegría.
-Son para todos los niños del barrio que como vos, han soñado con un hermoso juguete. Desde hoy, a ninguno de tus amiguitos les faltará uno. Nosotros, junto a quienes se nos unan, haremos los juguetes más bonitos que se nos ocurran, y los repartiremos entre los niños cuyos padres, no pueden comprarlos en los supermercados o jugueterías comerciales – Explicó el
anciano de  bastón y barba blanca  –quien se hacía llamar Nemesio – y daba instrucciones a los carpinteros, dibujantes, pintores  y armadores de juguetes.
Todos trabajaban en armonía con sus rostros iluminados con la misma luz que apareció en los ojitos  del niño que recibió el “camión de sus sueños”.
JUANA C. CASCARDO  La Plata, 26 de Abril de 2012



INTENCION DE LA AUTORA

La intención al abrir este blog es de mostrar mis cuentos infantiles. Aquellos que fui escribiendo a medida que nacían mis nietas y en los cuales he pretendido expresar mis sentimientos, mi emoción, creando a través del lenguaje literario, una comunicación que preserve del olvido esa etapa maravillosa de la infancia de ellas, la que he compartido desde mi visión de abuela, de mujer de edad madura. Pero, también es ir mostrando lo que otros autores hacen en materia literatura infantil; así como dibujos, fotografías, ilustraciones; todos realizados por niños de diferentes edades, entre los cuales aparecerán los de mis nietas. JUANA C. CASCARDO