LOLI Y PIPÍ
Para mi nietita Maia con mucho cariño
Había una vez, una nena de cabellos rubios rizados, de ojillos pícaros de color marrón intenso, de boca pequeña y expresiva, llamada Loli, a quien le gustaban mucho los pájaros, las flores y las mariposas. Tanto los amaba que todos los pajaritos del parque se acercaban a ella para que les diera el alimento en sus manitas, para luego remontar vuelo en pos del cielo azul.
Loli los quería a todos por igual. Hasta que un día, llegó uno que sería su preferido. El pobrecillo traía una de sus alitas heridas y por más que lo intentara no lograba elevarse del suelo. La nena lo cuidaba con esmero. Acariciaba sus plumas, le lavaba la herida y le colocaba un remedio para que se curara.
A este pajarito, de hermoso plumaje azul-verdoso con destellos rojizos, la nena lo llamó: PIPÍ.
Lo ubicaba sobre el marco de su ventana cuando daba el sol para que tuviera más fuerzas. Le daba de comer en sus manos y le hablaba mientras él, le contestaba con sus trinos en señal de agradecimiento. Así, con tantos cuidados, las alas de Pipí se curaron y se pusieron fuertes, sus plumas crecieron y todos los días intentaba, una y otra vez, volar.
Veía cómo los demás pajaritos revoloteaban alrededor de la ventana. Veía pasar las mariposas y quería alcanzarlas. Pero aún no lograba mantener su cuerpecito en el aire.
La niña lo seguía prefiriendo y dedicaba el tiempo que la escuela le dejaba libre para jugar y cuidarlo hasta que, otro día, mientras todos los pajaritos, luego de comer las semillitas remontaban vuelo, Pipí lo intentó muchas veces y al final ¡Zum...! voló un poquito y otro más y así fue elevándose en el cielo azul hasta perderse de vista. Cuando la pequeña se dio cuenta que Pipí no regresaba, lloró y pidió a su mamá que la llevara adonde estaba su preferido; pero, la mamá solamente podía consolarla diciéndole:-Loli, hijita, Pipí volverá. Necesita volar mucho por todo lo que estuvo lastimado. Ya vas a ver que vendrá, golpeará con su piquito tu ventana y comerá de tus manos otra vez.
Loli vigilaba todas las mañanas la ventana. Veía que llegaban sus amigos menos Pipí y otra vez lloraba y acudía a su mamá:-Quiero a mi Pipí, quiero a mi Pipí..., hasta que, cansada, se olvidó un poquito; aunque no le daba de comer a sus amiguitos tan contenta como antes, seguía con su costumbre de siempre.
Amaba como ya dijimos a las mariposas, las flores y los pájaros.
Pasaron días, semanas, meses quizás. Ya Loli desayunaba todas las mañanas a la mesa con su mamá, su papá y su hermosa hermana.Ya se ponía la ropita, las medias y los zapatos; se ataba los cordones de sus zapatillas y concurría a la escuela adonde la esperaban nenas de su edad. Y aprendía las letras, los números, dibujaba muy bien, cantaba y bailaba. Le encantaba la música.
De vez en cuando jugaba con sus amiguitas y se portaba cada vez mejor. Había dejado de chillar y pedía las cosas por su nombre. Tampoco peleaba con su hermana, a quien quería mucho.
De pronto, una tarde, en que jugaba con sus amigas, vio que bajaba del árbol frente a su ventana un pajarito que le recordó a su Pipí porque revoloteaba a su alrededor, la maravillaba con sus trinos y se posaba en sus hombros, en sus manos y con su pico le daba como pequeños besitos en las mejillas.
- ¡Pipí!... ¡Pipí!...- Gritó emocionada y mostró orgullosa su preferido, a las amigas que no lo conocían.
El pájaro la reconoció. Y volaba de las manos de Loli a una rama del árbol adonde había un nidito y dentro del cual piaban dos pichoncitos.
Luego bajaba, tomaba con su pico alimentos y se los daba en la boca a sus hijitos.
Según nos contó la mamá de la nena, siempre volvía para acompañar a Loli mientras le enseñaba a sus pichoncitos a volar.-
JUANA C. CASCARDO
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