Haz de Nomeolvides

Haz de Nomeolvides
Haz de cuentos infantiles dedicados a mis nietas y nieto, dibujos de Jana, Maia, Mara y Milo. Además poemas y cuentos infantiles de otros autores

martes, 15 de marzo de 2011

LOLI Y PIPÍ


LOLI Y PIPÍ
Para mi nietita Maia con mucho cariño


Había una vez, una nena de cabellos rubios rizados, de ojillos pícaros de color marrón intenso, de boca pequeña y expresiva, llamada Loli, a quien le gustaban mucho los pájaros, las flores y las mariposas. Tanto los amaba que todos los pajaritos del parque se acercaban a ella para que les diera el alimento en sus manitas, para luego remontar vuelo en pos del cielo azul.
Loli los quería a todos por igual. Hasta que un día, llegó uno que sería su preferido. El pobrecillo traía una de sus alitas heridas y por más que lo intentara no lograba elevarse del suelo. La nena lo cuidaba con esmero. Acariciaba sus plumas, le lavaba la herida y le colocaba un remedio para que se curara.
A este pajarito, de hermoso plumaje azul-verdoso con destellos rojizos, la nena lo llamó: PIPÍ.
Lo ubicaba sobre el marco de su ventana cuando daba el sol para que tuviera más fuerzas. Le daba de comer en sus manos y le hablaba mientras él, le contestaba con sus trinos en señal de agradecimiento. Así, con tantos cuidados, las alas de Pipí se curaron y se pusieron fuertes, sus plumas crecieron y todos los días intentaba, una y otra vez, volar.

Veía cómo los demás pajaritos revoloteaban alrededor de la ventana. Veía pasar las mariposas y quería alcanzarlas. Pero aún no lograba mantener su cuerpecito en el aire.
La niña lo seguía prefiriendo y dedicaba el tiempo que la escuela le dejaba libre para jugar y cuidarlo hasta que, otro día, mientras todos los pajaritos, luego de comer las semillitas remontaban vuelo, Pipí lo intentó muchas veces y al final ¡Zum...! voló un poquito y otro más y así fue elevándose en el cielo azul hasta perderse de vista. Cuando la pequeña se dio cuenta que Pipí no regresaba, lloró y pidió a su mamá que la llevara adonde estaba su preferido; pero, la mamá solamente podía consolarla diciéndole:-Loli, hijita, Pipí volverá. Necesita volar mucho por todo lo que estuvo lastimado. Ya vas a ver que vendrá, golpeará con su piquito tu ventana y comerá de tus manos otra vez.

Loli vigilaba todas las mañanas la ventana. Veía que llegaban sus amigos menos Pipí y otra vez lloraba y acudía a su mamá:-Quiero a mi Pipí, quiero a mi Pipí..., hasta que, cansada, se olvidó un poquito; aunque no le daba de comer a sus amiguitos tan contenta como antes, seguía con su costumbre de siempre.
Amaba como ya dijimos a las mariposas, las flores y los pájaros.
Pasaron días, semanas, meses quizás. Ya Loli desayunaba todas las mañanas a la mesa con su mamá, su papá y su hermosa hermana.Ya se ponía la ropita, las medias y los zapatos; se ataba los cordones de sus zapatillas y concurría a la escuela adonde la esperaban nenas de su edad. Y aprendía las letras, los números, dibujaba muy bien, cantaba y bailaba. Le encantaba la música.
De vez en cuando jugaba con sus amiguitas y se portaba cada vez mejor. Había dejado de chillar y pedía las cosas por su nombre. Tampoco peleaba con su hermana, a quien quería mucho.
De pronto, una tarde, en que jugaba con sus amigas, vio que bajaba del árbol frente a su ventana un pajarito que le recordó a su Pipí porque revoloteaba a su alrededor, la maravillaba con sus trinos y se posaba en sus hombros, en sus manos y con su pico le daba como pequeños besitos en las mejillas.

- ¡Pipí!... ¡Pipí!...- Gritó emocionada y mostró orgullosa su preferido, a las amigas que no lo conocían.
El pájaro la reconoció. Y volaba de las manos de Loli a una rama del árbol adonde había un nidito y dentro del cual piaban dos pichoncitos.
Luego bajaba, tomaba con su pico alimentos y se los daba en la boca a sus hijitos.
Según nos contó la mamá de la nena, siempre volvía para acompañar a Loli mientras le enseñaba a sus pichoncitos a volar.-
JUANA C. CASCARDO

sábado, 12 de marzo de 2011

MICAELA Y SU REINO








Había una vez una nena de brillantes cabellos cuyos bucles caían como cascada sobre sus hombros; con ojillos picarones de mirar profundo de intenso color azul. Su carita era hermosa y siempre estaba risueña; ya fuera de mañana, como en la tarde o noche.
Micaela (Mica, como le decían sus primitos), tenía una expresión de alegría en su rostro perfecto. Irradiaba simpatía adonde quiera que estuviera.
A la niña le gustaba mucho oir el canto de los pájaros, de las aves canoras y también el croar de las ranas en los charcos cercanos, de los sapines que se acercaban a su ventana y prestaba atención a los grillitos que también salta que te salta, se le aproximaban.
Amaba tanto el canto del gallo en la madrugada – Ella se despertaba para oírlo cantar – como el gorgojeo de una parejita de “churrinches” que había construído su nidito en el hueco entre la pared y los tirantes del techo de la galería de su casa.
Pasaba horas de su tiempo escuchando e imitando el canto de los pájaros que acudían a su jardín porque ella les ponía miguitas de pan remojadas en agua o semillitas de mijo.
Micaela podía reproducir sin dificultad el encendido canto del hornero que construía su hogar a pocos metros de la puerta de ingreso al suyo; como el alegre, divertido y variado cantar de los churrinches y también, cuando creía no ser vista ni escuchada, hablaba en el extraño lenguaje “croático” de los sapines.
Con éstos, mantenía todas las tardecitas, mientras su mamá preparaba la cena, largas conversaciones. Ellos quizá le traían noticias de las plantas, de las mariposas, de los estanques que reflejaban los rayos plateados de la luna o de la proximidad de necesarias; pero, temidas lluvias de verano.
¡Vaya a saber qué cosas se contaban!...
Pero lo cierto era que Micaela se sentaba debajo de su ventana y casi al instante venían tres, cuatro…, muchos sapines con su color amarillo-verdoso, con sus ojillos relucientes y se quedaban en rueda, croando: croac…, croac… Y Ella les contestaba imitando el sonido a la perfección.
Así día a día, y principalmente a la puesta del Sol, Micaela y sus amiguitos pasaban largos ratos juntos; disfrutando de esa extraña amistad que nace entre los seres vivientes sensibles.
Hasta que, luego de una tormenta tremenda en que refulgía y tronaba el cielo cargado de electricidad y bramaba un viento huracanado y persistente, desapareció el nidito de los churrinches. El de los horneros amaneció partido en mil pedazos y los sapines, no volvieron a croar debajo de la ventana de la pieza de la nena; quien buscaba y clamaba por los ausentes que quizá el viento había llevado lejos…
Tanto afectó este hecho la sensibilidad de Mica que se puso triste, dejó de comer y ni cuando venían sus primitos a visitarla se la veía reír.
Sus padres comenzaron a inquietarse. Consultaron a su médico y éste les dijo:-“Está viviendo un momento de melancolía y hay que buscar algo que motive su interés, que la saque de ese estado emocional. No es cuestión de medicamentos”- cerró así la consulta.
Pensaron y repensaron los padres de Micaela en mil maneras de distraer a la niña; mas Ella permanecía indiferente.
Hete aquí, que como eran padres inteligentes y observadores; que criaban en forma directa a su hijita, recordaron que ellos habían filmado en varias oportunidades a Mica mientras sostenía sus conversaciones con los sapines y también cuando reproducía el canto de los horneros, el gorgojeo de los churrinches y el estridente ulular de los grillos.
Esperanzados comenzaron a buscar el material que nunca habían mirado ni escuchado; porque la intención de ellos era dárselo a su hija cuando creciera, como testimonio de sus momentos de infancia; nada más.
Así fue que pusieron el material en el reproductor de videos, una noche de tantas en que la hija, sentada a la mesa familiar, miraba la comida sin querer probar bocado.
Primero, el papá conectó el reproductor, dejándolo en bajo volumen.
Luego, la mamá acercó la pantalla y subió el volumen de modo tal que poco a poco el ambiente todo del living-comedor fue un trinar, un croar sólo interrumpido por la tierna voz de Micaela; quien dialogaba con sus amiguitos, como si estuvieran allí.
Preocupados aunque expectantes, los padres miraban con disimulo a la niña y continuaban con la cena, como si nada pasara…
Al cabo de unos instantes, los ojos de Mica comenzaron a iluminarse, y en su boca apareció esa sonrisa hermosa que tanto extrañaban.
Sin decir una palabra, se levantó de pronto de su sitio, se puso a bailar y a cantar imitando los sonidos que emitía el aparato que había reproducido con fidelidad los más hermosos momentos de comunicación entre la nena y sus queridos amigos. Mientras los imitaba, decía los nombres que les había puesto a cada uno: la ranita croka, los sapines: coco, tito y babi; el grillito: grigri, los churrinches: quico y quica; los horneritos: pico y lala.
Hasta que, agotada, la niña fue al encuentro de sus padres a quienes abrazó feliz, de ver y escuchar nuevamente a sus tan queridos amiguitos del reino animal.
Ellos también la abrazaron felices al ver otra vez, la risa diáfana en el hermoso rostro de su querida hijita.
En La Plata, 8 de Mayo de 2009
Para mi nietita más pequeñita: Mara con todo cariño
JUANA C. CASCARDO

sábado, 5 de marzo de 2011

PEPITA Y SUS AMIGUITOS



PEPITA Y SUS AMIGUITOS – cuento-
Para mi nietita Jana con amor

Había una vez una nena, muy, muy bonita que brincaba y corría y andaba en calesita. Esta nena se llamaba Pepita.

Y resulta que Pepita se portaba muy bien durante el día: hacía lo que le indicaban su mamá, su papá y la maestra del Jardín, Patricia. Pero, llegaba la noche y Pepita se ponía a gritar, a llorar y a patalear.

Se levantaba , se iba a la cama de su mamá y su papá y no los dejaba dormir porque daba vueltas y más vueltas llorando sin que nadie supiera lo que le sucedía.

Tanto que todos los animalitos amigos de Pepita: el osito, el patito, el pumita, el perrito, el pingüinito que dormían en la pieza de la nena, se despertaban y se ponían tristes porque no sabían lo que le pasaba a su amiguita.

Entonces, una noche, el más grande de los animalitos que era el Osito, les dijo a los demás:
-No me gusta que Pepita llore y grite a la noche y nos deje solitos.
-Sí, el Osito tiene razón- contestaron los otros animalitos que estaban reunidos en torno de aquel.
-Pero, ¿qué podemos hacer? –preguntaron a coro.
-Y todos juntos se tomaron de las manitos, juntaron sus cabezotas y se pusieron a pensar…
-Ya sé –dijo el Perrito.
Y los demás lo miraron con atención y a coro dijeron:
-¡Cuéntanos, Perrito, cuéntanos!
-Bueno –comenzó diciendo el Perrito – yo pienso que a Pepita no le gusta que nosotros nos vayamos a dormir mientras ella duerme y por eso llora y grita. Pepita tiene miedo…
-¿Y qué podemos hacer nosotros? – preguntó Pingüi dando un paso adelante.
-Eso sí que es difícil –concluyó el Pumita desperezándose. Pero, se me ocurre que yo puedo ronronear mientras Pepita duerme para que se sienta acompañada…
-Y yo, dijo el Osito, puedo dormir a los pies de la cama y calentar los pies de Ella con mi piel…
-Y yo, agregó el patito, puedo arreglarme las plumitas mientras Pepita duerme para que, si se despierta, vea que estoy despierto.
-A mí me gustaría cuidar la puerta de entrada de la pieza. Me acostaré allí para que nadie entre sin mi permiso –dijo el Perrito colocándose delante de la puerta.
-¿Y yo qué puedo hacer? –comenzó a llorar tristón Pingüi que no sabía hacer nada.
-Sí, Pingüi, puedes prender la luz con tu pico cada vez que Pepita se despierte –gritaron a coro todos los animalitos.
-¡Bien! ¡Bien! –batió sus alas Pingüi que dejó de llorar y se puso a reír.
-Bueno amigos –dijo el Osito- la reunión terminó y ahora cuando Pepita venga a dormir ya saben lo que cada uno tiene que hacer.

Esa noche, cuando la chiquilla se durmió, cada uno de los animalitos hizo lo prometido.
Así fue que, cuando Ella se movió en su camita y comenzó a llorar, a gritar y quiso ir a la cama de sus papás, se encontró con que:
Pingüi prendió la luz de la pieza.
El Osito vino y se tendió a los pies de su camita. El Pumita comenzó a ronronear. El Patito se subió a la mesita de luz y comenzó a arreglarse las plumas, una por una.
…Y el Perrito, se instaló a la puerta de la pieza con aire de entendido para que Pepita se diera cuenta que él la cuidaría, que no debía tener miedo de nada…
Entonces, la nena, al ver que todos los animalitos estaban despiertos, que la querían y cuidaban mientras ella dormía, dejó de llorar y se fue acomodando en su camita hasta quedarse dormida otra vez.
Los padres estaban encantados con esta Pepita y nunca se enteraron que fueron el Osito, el Patito, el Pumita, el Perrito y Pingüi quienes consiguieron el milagro.

JUANA C. CASCARDO



martes, 1 de marzo de 2011


TOMMY: EL GATO CONQUISTADOR

Yo conocí una vez a un gato llamado Tommy al que le gustaba salir a pasear y bailar de noche cuando había luna llena y se llamaba a sí mismo: TOMMY EL CONQUISTADOR. ¿Imaginen por qué?
Pues porque según él no había gata joven, adulta o vieja que resistiera ante sus encantos...¡Todas se enamoraban!...
Pero, hete aquí que los demás gatos de la gran familia gatuna del barrio Catedral no pensaban lo mismo. Mas bien, creían que Tommy era un soberbio o mentiroso y se lo dijeron.
Entonces, Tommy jugó una apuesta a todos los gatos del barrio Catedral que él conquistaría a todas las gatas y que eso podrían verlo con sus propios ojos en la próxima luna llena en el Centro de la Plaza San Martín. Allí los esperaba a las dos horas de la madrugada para demostrarles que él era Tommy El Conquistador
Mas, sin decir nada a nadie, Tommy entregó a cada una de las gatas una invitación personal para que concurrieran al Centro de la Plaza San Martín en la próxima luna llena a las dos de la madrugada para asistir con sus mejores galas a un espectáculo artístico sorpresa; motivo por el cual no debían comentárselo a nadie.
Así fue como cada gata comenzó a acicalarse pasando horas frente al espejo, lamiéndose las manos, pasándoselas con esmero por la cara, la cola, las patas y muy especialmente por el hocico y las pestañas...
Cada una de ellas creía que era la más importante y quería lucir hermosa.
La gatita Marián, se puso un enorme y brillante moño rosa con pintitas azules sobre su pelambre angora blanco. La gata Aurora –más adulta- eligió un collar de seda verde haciendo juego con sus ojazos de igual color y la gata vieja: Misha, se colocó aros en las orejas, mucho rimmel en sus pestañas y bigotes y ató en el extremo de su cola majestuosa un cascabel de colores.
Y de esa manera, todas se emperifollaron para asistir al espectáculo artístico sorpresa.
Ninguno de estos preparativos fueron avistados por los gatos que todas las noches gastaban con sus bromas a Tommy:
-¿Y, Tommy, a cuántas gatas besaste hoy?
-Vengan, amigos –decía el Barcino Mac.-¡Miren las bellezas que conquistó el Tommy!...
Fueron pasando unos días y sus noches y llegó la tan esperada luna llena.
¡El alboroto que se armó!
A la una en punto de la madrugada Tommy esperaba sentado, orgulloso y muy bien arreglado a que vinieran los gatos. El sabía que concurrirían. Su picardía había sido invitar una por una a las gatas y nada menos que para darles “una sorpresa”.
Mientras ellas, paquetas y elegantes iban llegando, los gatos- quienes no pudiendo dominar su curiosidad observaban desde cierta distancia- no podían creer que ante sus propios ojos se estuviera desarrollando un espectáculo en cuyo centro aparecía Tommy, rodeado de gatas, gatitas y gatasas que daban vueltas en torno preguntándole por la sorpresa.
Los gatos, de la familia gatuna, estaban tan asombrados que no prestaron atención a los maullidos de disgusto que proferían las damas gatunas al romperse el encanto :
-¡Hemos sido engañadas!- se oía a la gata Aurora- ¡corrámoslo!...
-¡Gato maldito!- decía la gata Misha.
Pero Tommy, sin dar explicaciones se paseaba por entre ellas para que los otros gatos lo envidiasen. ¡Y vaya que lo endiviaron!
Tanto que huyeron a los árboles y techos más cercanos desde donde lanzaban aullidos que semejaban chillidos de bronca.
¡Otra vez Tommy les habìa ganado con su astucia !
Y... ¿qué opinan ustedes lectores?: -quizá no sea El Conquistador pero eso sí era un gato muy, pero muy pícaro -
A eso de las cuatro de la madrugada Tommy seguía rodeado por las gatas porque no era tan malo ni tan mentiroso. Había pedido y recolectado alimento suficiente como para hacer una rica comilona.
Así que, todas quedaron piponas y se durmieron alrededor del gato hasta que los primeros rayos del Sol comenzaron a inundar el centro de la Plaza.- JUANA C. CASCARDO -

INTENCION DE LA AUTORA

La intención al abrir este blog es de mostrar mis cuentos infantiles. Aquellos que fui escribiendo a medida que nacían mis nietas y en los cuales he pretendido expresar mis sentimientos, mi emoción, creando a través del lenguaje literario, una comunicación que preserve del olvido esa etapa maravillosa de la infancia de ellas, la que he compartido desde mi visión de abuela, de mujer de edad madura. Pero, también es ir mostrando lo que otros autores hacen en materia literatura infantil; así como dibujos, fotografías, ilustraciones; todos realizados por niños de diferentes edades, entre los cuales aparecerán los de mis nietas. JUANA C. CASCARDO