Haz de Nomeolvides

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Haz de cuentos infantiles dedicados a mis nietas y nieto, dibujos de Jana, Maia, Mara y Milo. Además poemas y cuentos infantiles de otros autores

viernes, 30 de septiembre de 2011

UNA CAMA PARA LA JIRAFITA YANINA



UNA CAMA PARA LA JIRAFITA YANINA

Ángel y Pamela tenían una jirafita BB a la que llamaron Yanina. Había nacido en el zoológico, cerca de la casa de ellos; pero, como se encariñó tanto con los dos niños que la iban a visitar todas las tardes, el Director del Zoo, de acuerdo con los padres de ellos, decidió dársela en custodia. Porque, además el sitio no tenía espacio ni instalaciones para tener otra jirafa más.
Así fue que la hermosa jirafita, de carita pequeña con dos enormes ojos marrones que brillaban como dos lucecitas y dos cuernitos incipientes que se veían sobre su cabeza a los cuales los niños acariciaban cuando Yanina se les aproximaba, pasó a formar parte,  como mascota, de la familia Núñez. Era esbelta de largas patas y sobre todo su cuerpo anaranjado lucía pequeños manchones blancos y de color té; como todas las jirafas del mundo, su cuello era muy largo lo que le permitía alcanzar las hojas de las ramas más altas de los árboles de acacia, que eran su alimento preferido.
La jirafita, tenía una debilidad o tal vez, como los pequeños la mimaban mucho, le gustaba dormir en una camita que José, el papá, había preparado para ella.
Eso sí cuando llegaba la hora de irse a dormir, Angel y Pamela hacían dormir a Yanina antes. Le cantaban, le acariciaban con sus frágiles manos el cuello de más de un metro de largo.
Tan acostumbrada estaba a estos mimos que cuando se ponía el sol, Yanina venía hacia la casa y golpeaba con su hocico la puerta de la habitación de los chicos para avisarles que quería arrumacos.
Ellos también se habían acostumbrado tanto a esto que no podían dejar de atender a su querida jirafita.
La familia vivía en una amplia casa de campo rodeada de frondosos árboles con espacio como para que la “mascota” pudiera recorrerlo con sus parsimoniosos pasos.
Pero, lo que no estaba en los planes de los hermanitos era que Yanina iba creciendo tan rápido que le resultaba cada vez más difícil entrar con su esbelto cuello por la puerta del galpón adonde le habían fabricado una cama con muchos arbustos y pastos secos.
Cada vez que pretendían hacer dormir a Yanina tenían que ingeniárselas para acomodar su cada vez más grande cuerpo en la cama. Ellos con cariño y destreza la ayudaban; pero a medida que se estiraba, la cama se fue haciendo más pequeña, lo mismo que la puerta de entrada…
Los niños no querían contarle a sus padres sobre el trabajo que les daba hacer dormir a la jirafita. Mas, en un día en que llovía copiosamente, debió ser el papá quien con paciencia y habilidad lograra que Yanina doblara su cogote lo suficiente para atravesar la puerta y luego de muchas, muchas vueltas hacer que se recostara en su ya chica cama.
Los niños no querían que su mascota pasara las noches afuera. Tampoco que no pudiera dormir como ellos, en una cama. Y de tanto pedir, consiguieron que su papá sacara la puerta y agrandara el marco de modo tal que la jirafa pasara. Pero… ¡Era más difícil encontrarle una cama! Porque Yanina se había estirado tanto que ahora pesaba más y ellos ya no podían acariciarle la cabeza ni recorrer el suave y largo cuello con sus manos, si no se subían a una mesa o a una escalera. Yanina les había ganado en altura y ellos, no sabían cómo hacer que durmiera  tranquila y feliz en su cama.
La jirafita, con su triste mirada les pedía: ¡Quiero una camita! ¡Quiero dormir en mi camita!
Entonces Pamela y Ángel tuvieron varias ideas: le preguntaron a sus maestros de la escuela.
-Las jirafas no usan cama- les respondieron.
Decepcionados llamaron al cuidador del zoológico.
-¡Ah niños, niños!  Las jirafas duermen paradas…  Nunca se echan en camas. Todas las que cuidé, dormían de pié, y muy poquito.
-¡Mentira! – respondía Ángel.
-¡Yanina, nuestra jirafa, duerme en su cama! – contestaba Pamela indignada.
Ingresaron a las páginas web buscando: “Una cama para la jirafita”. Recorrieron una, dos, cien páginas y ¡Nada! En todas ellas se repetía lo mismo: -“Las jirafas duermen no más de dos horas por día y no se tienden, no descansan en el piso como otros animales”… “A veces, duermen 10 minutos y enseguida se despiertan”…
Ya los niños estaban desesperados. No sabían a quien recurrir. Tampoco querían que su mascota durmiera en el parque, parada y solita. Ellos la querían hacer dormir como cuando era pequeñita.
Asique, siguieron preguntando: en la escuela, a los cuidadores del Zoo, a la gente del circo que armó carpa cerca de su casa, al veterinario. También le pidieron a su mamá Ema, que les buscara información en la Enciclopedia. Pero, en ninguna parte decía que las jirafas se acuestan en camas…
Vencidos casi, decididos a dejar a Yanina en el Parque de día y de noche, fueron junto con sus amiguitos a un paseo en el bosque en las cercanías de la ciudad.
Allí había juegos de todas clases: “hamacas, paralelas, sube y baja, calesitas, toboganes”.
Enormes toboganes por los cuales todos se deslizaban felices y contentos.
¡Qué idea se les ocurrió a los dos niños! ¿Saben qué? Cuando vieron los inmensos toboganes, se les iluminó la mente y corrieron a comprobar que podían tirarse con todas las ganas desde esa altura sin caerse.
Mas, de pronto, comenzaron a gritar:-¡Eureka! ¡La cama para Yanina será un tobogán!... El resto de los chicos, sin saber bien por qué, repetían a coro: ¡La cama de Yanina será un tobogán!!
Cuando llegaron a su casa, luego de saludar a sus padres, y antes de irse a dormir, los niños deliberaron.
-Debemos hacer un dibujo – dijo Pamela.
-Sí, eso es- contestó Ángel.
Encendieron la luz de su habitación, buscaron cartulinas y lápices de colores y se pusieron a dibujar.
El dibujo debían mostrárselo a su papá, para que entendiera que si hacía un enorme tobogán y lo cubría con arbustos y pastos secos, allí podía dormir su amada jirafita ¡Que ojo!... Ya era una señora jirafa de tanto que había crecido.
Y Ellos, podían subir por la escalera y acariciarle los cuernitos, el largo cuello, cantarle canciones y esperar a que Yanina se durmiera, antes de irse a sus camitas.
¡Hum! No fue fácil dibujar el tobogán. Les llevó varios días, de hacer muchos dibujos y tirarlos porque no les gustaban. Pero, al fin hicieron uno que les gustó y  que mostraron orgullosos a su papá y a su mamá.

Y…, como imaginarán después de largas charlas en que explicaron el dibujo y  cómo debía fabricar la nueva cama para Yanina, consiguieron que José, su papá, con la ayuda de un amigo, construyera un hermoso tobogán dentro del galpón, que los niños llenaron con arbustos y pastos secos, de modo tal que la Jirafa entraba sin dificultad ya que no había puerta sino un inmenso arco de su altura y que se estirara cuan larga era, sobre el tobogán mientras ellos: Ángel y Pamela, subidos a la escalera la hacían dormitar.
Pero, saben qué. La jirafa, no quería herirlos y se hacía la dormida. En cuanto ellos se lo creían, y se marchaban, Ella, según sus costumbres  jiráfidas se incorporaba y…, salía a disfrutar de la inmensa luna, de las estrellas y de la música de los animalitos nocturnos que la acompañaban.
Y ni lerdos ni perezosos, los dos niños, aprovechaban durante las horas de la siesta -cuando la jirafita recorría el parque -para deslizarse por el tobogán-cama con sus amiguitos. ¡Eso sí! Quitaban los arbustos y pastos secos y colocaban una hermosa colchoneta de gimnasia... JUANA C. CASCARDO

INTENCION DE LA AUTORA

La intención al abrir este blog es de mostrar mis cuentos infantiles. Aquellos que fui escribiendo a medida que nacían mis nietas y en los cuales he pretendido expresar mis sentimientos, mi emoción, creando a través del lenguaje literario, una comunicación que preserve del olvido esa etapa maravillosa de la infancia de ellas, la que he compartido desde mi visión de abuela, de mujer de edad madura. Pero, también es ir mostrando lo que otros autores hacen en materia literatura infantil; así como dibujos, fotografías, ilustraciones; todos realizados por niños de diferentes edades, entre los cuales aparecerán los de mis nietas. JUANA C. CASCARDO